La enfermedad meningocócida tipo B es devastadora. Ataca de forma rápida y se puede transmitir por contacto cercano, al toser o al estornudar. Inflama las membranas que protegen el cerebro y la columna vertebral y, desgraciadamente, puede matar en cuestión de horas. Para Aaron Loy, con 18 años y natural de california, la enfermedad marcaría un punto de inflexión en su vida.
Hoy en día, es graduado universitario, socio de una firma de contabilidad de alto nivel, jugador de hockey en trineo sobre hielo, surfista de fin de semana y con una amputación doble. Esta es su historia.
““Consigo ir a una velocidad y un ritmo que no importa si tengo piernas o si estoy físicamente capacitado”. ”
Aaron Loy.
Después de un año repleto de victorias atléticas y logros académicos, Aaron Loy se adaptó rápido a la nueva vida universitaria en la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB). Se unió al club de lacrosse, jugaba al fútbol y se hizo miembro de otros clubes del campus. Tras diez semanas y después de completar sus exámenes del primer trimestre, Aaron se fue a la playa a hacer surf. Al día siguiente estaba tan enfermo que no podía salir de la cama y lo llevaron al hospital, donde le diagnosticaron meningitis bacteriana. (Otros tres estudiantes de la UCSB también contrajeron la enfermedad).
A Aaron se le provocó un coma inducido casi de forma inmediata. Pero el daño a su cuerpo ya estaba en proceso. Los coágulos de sangre interrumpieron el flujo de oxígeno hacia los pies y el tejido infectado empezó a expandirse por ellos. En poco tiempo se decidió que no podrían salvarlos, puesto que si la infección se propagaba al resto del cuerpo, moriría. Para salvar su vida, los médicos le amputaron ambas piernas por debajo de la rodilla.
““Imagínese ser un joven de 18 años y verse despojado de todo”, dijo. “Incluso de su propio cuerpo”.”
Rodeado de la familia y los amigos más íntimos, Aaron despertó a una nueva vida enfrentándose a una docena o más cirugías, injertos de piel y rehabilitación. Después de diez semanas en el hospital y tres meses en una silla de ruedas, Aaron se hizo el firme propósito de volver a caminar. De hecho, se prometió que volvería a conducir, montar en bicicleta y hacer surf y snowboard.
Durante los meses siguientes, Aaron se aferró a su recuperación con el mismo ímpetu y pasión que tenía en el campo de lacrosse. Equipado con prótesis, aprendió a caminar. En poco tiempo, las olas del océano le estaban llamando y, con la ayuda de sus compañeros universitarios y entrenadores, volvió al agua.
““Recuerdo golpear el agua fría y ya empezar a montar olas. En ese momento me pregunté por qué había tardado tanto. ”
Aaron volvío a la universidad al otoño siguiente y no tardó en descubrir una nueva pasión: el hockey en trineo sobre hielo. El deporte es similar al hockey sobre hielo pero los jugadores se montan en una especie de trineos y utilizan palos de hockey especiales con “dientes” de metal en las puntas de los mangos para deslizarse por el hielo.
En los años siguientes, Aaron se sacó el Grado de Económicas y Contabilidad en la UCSB y siguió jugando a diversos deportes de equipo, pero como miembro del equipo de hockey en trineo sobre hielo de San Diego siente que no tiene limitaciones.
““Me encanta jugar al hockey en trineo sobre hielo y me encanta formar parte del equipo. Cuando estamos sobre el hielo, nos sentimos igual que cualquier otro equipo. Estar sobre el hielo es como dejar atrás todas las dificultades que hemos pasado”. ”